Siempre se nos ha dicho que la sexualidad es una de las formas más completas de comunicación entre las personas, puesto que en ellas intervienen los niveles físico, sensorial, mental y afectivo, y también, que sin ella es imposible desarrollarse plenamente, ya que, en definitiva, la sexualidad es una manifestación de que “estamos vivos”. Dado el carácter tan natural e imprescindible de la sexualidad en nuestras vidas, es lógico deducir que se convierte en un derecho fundamental, el disfrute de la misma por todos.
Pero ¿Qué sucede cuando nos referimos a la sexualidad de las personas con discapacidad? ¿Pensamos de la misma manera? ¿Nos vienen dudas sobre si ellos pueden…sienten la misma necesidad…tienen oportunidades?
Para empezar, el punto de arranque es afirmar que todos, independientemente de nuestras condiciones físicas o intelectuales, experimentamos deseo de vivir una sexualidad satisfactoria. Dicha sexualidad abarca un campo muy extenso que supera barreras conceptuales del tipo “coito”, “genitales”, “erección”, “reproducción”.
Lo más habitual es que los chicos y chicas con discapacidad no tengan información sobre este tema porque se considera que “no lo necesitan”, o porque se da por supuesto que esa persona no va a tener oportunidades de vivir su sexualidad como cualquier otra.
Si tienes un amigo/a con discapacidad no te cortes por contar delante de él/ella tu cita con ese chico/a que tanto te gusta. Al no comentar esas anécdotas solo limitamos información y damos por hecho que “no pueden”.
En otras ocasiones apenas reciben información de la familia, bien porque se encuentran indecisas, intentan desviar el tema, o no saben cómo hacerlo. Muchas veces, las familias mantienen la esperanza de que la falta de información evite la aparición de la curiosidad y el deseo. Pero bien sabemos que la sexualidad nace con nosotros y contribuye como un factor más en nuestro desarrollo. Es imposible obviarla de nuestra vida.
Ahora que hemos mencionado a la familia, aprovecho para destacar un aspecto esencial que facilita el encuentro con la sexualidad: la intimidad. Los chicos/as con discapacidad disponen de muy poco tiempo para estar con ellos mismos o con otras personas de su misma edad en un entorno más privado. Siempre acompañados por profesores, educadores, padres, hermanos….se hace prácticamente imposible vivir una experiencia ligada a la sexualidad. Además, desgraciadamente sabemos que estos chicos suelen tener menos momentos de ocio y por tanto, menos oportunidades de relacionarse con iguales en espacios más distendidos, lo que repercute también en sus posibles encuentros amorosos.
Ante esta situación, quizá no estaría de más tolerar que nuestro hijo/a con discapacidad pueda mantener la puerta cerrada de su habitación y “dejarle hacer”. Todos necesitamos disponer de nuestro tiempo para hacer libremente lo que queramos sin “soportar” unos ojos que nos observen. Conocer nuestro cuerpo complementa nuestra visión sobre nosotros mismos, lo que nos gusta y lo que no.
Cabe la posibilidad que nuestro hijo/a con discapacidad tenga pareja. Las personas con discapacidad tienen deseos de compartir su vida con otra persona, de tener pareja, y consecuentemente, llevar una vida “entre dos” como cualquier otra. Salir a pasear, quedar con amigos y disponer de momentos íntimos, entregar y recibir amor de la forma en que se quiera sin ser cuestionados, ni “mal vistos”, y con todo su pleno derecho, es un paso que debemos dar y aceptar.
Sabemos que estas parejas disponen de menos libertad para hacer esas pequeñas actividades que tanto nos llenan. Si nuestro hijo tiene discapacidad y tiene una pareja, quizás deberíamos pensar que el negarle esa normalidad, le hace infeliz y sentirse como un bicho raro. Por nuestra parte podríamos facilitarle muchos las cosas. Por ejemplo, si por la propia discapacidad es improbable o difícil que puedan tener un espacio íntimo, ¿Por qué no prepararles una tarde romántica en casa para los dos solos? Seguro que estarían muy agradecidos. Les habremos dado la oportunidad de acercarse más entre ellos y de disfrutar de un momento único y especial. En definida, habremos creado el espacio en el que la pareja consigue sentirse a gusto con cada cual, en confianza, cómodos, cercanos… en un sitio que puede invitar a la pasión sin censuras. No olvidemos que este deseo no disminuye porque se sea o no discapacitado.
Me gustaría concluir este escrito apoyándome en la definición que indica la Organización Mundial de la salud (OMS), el cual reconoce que la sexualidad es una fuente de placer, salud, bienestar y comunicación, que vivida satisfactoriamente es también una fuente de comprensión con los demás, así como una eliminación de tensiones y rigideces. Por tanto es un principio de armonía y equilibrio que genera en las personas actitudes positivas ante sí mismos y ante los demás.
El afecto, en todos sus matices y expresiones, es una necesidad primaria del ser humano. Recordemos siempre lo que nos hace sentir un beso, una caricia, una mirada cómplice, un abrazo, y por qué no….una sesión de auténtica pasión. Podemos ayudar a que otros también lo sientan.