Mamá, quiero un móvil nuevo

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En la Semana de las Redes Sociales que hemos tenido en nuestro instituto comentaba con las familias el tema de los móviles, en concreto, la presión tan grande que tenemos las familias para satisfacer los deseos de nuestros hijos para tener el último móvil. Pero el problema no se reduce a los móviles, sino a las marcas en general, en especial con la ropa. ¿Debemos acceder a las demandas de nuestros hijos? ¿Es positivo?

Gracias a la estupenda web sindinero.org he conocido que la CEAPA, Confederación Española de Padres y Madres de Alumnos, ha editado una guía estupenda con consejos para poder hacer frente con argumentos a las demandas consumistas de nuestros hijos. La guía no tiene desperdicio y comienza así:

A menudo tenemos discusiones con nuestros hijos e hijas sobre la compra de ropa de marca, de un móvil nuevo, de material escolar o de la lista de regalos que desean para reyes. Nuestra reacción ante estas situaciones, en la mayoría de los casos, es enfadarnos con ellos e intentar zanjar esas discusiones criticando su conducta.

En esos momentos nos parecen niños egoístas, incapaces de comprender lo que significa el dinero, y por lo tanto, el enorme trabajo que supone ganarlo. Y aquí está el meollo de la cuestión, para que alguien sea responsable en el uso del dinero tiene que tener completa conciencia de su valor y de lo que significa ganarlo.

Las conductas consumistas en los niños y niñas son normales. Los niños y niñas desean cosas, piden cosas, porque no saben que significa el di- nero y no tienen ninguna conciencia de la relación que existe entre con- sumir productos y ganar dinero para poder comprarlos.

Por eso, uno de nuestros principales objetivos educativos debe ser enseñarles a nuestros hijos e hijas de dónde viene el dinero, lo que cuesta ganarlo y la necesidad de gestionarlo. Y este aprendizaje es imprescindible en una cultura como la nuestra donde continua- mente nos están incitando para que consumamos más y más objetos. Es fácil imaginar que una persona que no sepa manejar su consumo será una persona con muchos pro- blemas para ser feliz en nuestra cultura. Imaginaros por ejemplo lo que puede suceder si gasta por encima de lo que gana o de si no sabe sentirse bien si no tiene el nuevo objeto que publicita el mercado.

Recomiendo que leáis la guía y que apliquéis los criterios educativos más elementales para que nuestros hijos adolescentes aprendan a valorar lo que cuestan las cosas, lo que valen sus objetos de consumo, mucho más en esta época de crisis y hagan un consumo responsable.

Puedes descargar la Guía en este enlace.

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Víctor Cuevas

Orientador, maestro, soñador.

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4 comentarios en «Mamá, quiero un móvil nuevo»

  1. Apreciado compañero, los niños y niñas son las víctimas propiciatorias del sistema que nos hemos estado montando los últimos 30-40 años. Un sistema basado en consumir y producir, cada vez de una manera más acelerada, menos racional y menos ambientalmente sostenible.
    Les metemos horas y horas delante de la tele sin cuestionarnos si lo que ven les conviene o no, y lo que ven es una sociedad irreal en la que para ser «guay» hay que tener lo último de lo último y de determinada marca, no porque sea lo mejor, sinó porque se reconoce como lo mejor.
    Hace años, en La2 (un canal que recomiendo encarecidamente) vi un documental titulado «Consumerism kids» en el que se relataba cómo los niños y niñas hace tiempo que habían pasado a ser objetivo expreso de las marcas comerciales, primero para venderles productos infantiles y luego para forzar a la familia a comprar determinados productos, pero además y como gracioso efecto secundario tenemos que los niños y niñas enchufados a una TV durante horas y horas están hiperestimulados y claro, luego resulta que les diagnostican TDAH. Como para no tenerlo después de la cantidad de impulsos, cambios de escena, sonidos, colores, movimiento… a la que están sometidos.
    Antes la TV era más relajada, de hecho alguna vez he vuelto a mirar algún programa de los que me entusiasmaban de niño y la verdad es que son insufribles, demasiado lentos y sosos.
    Y por si eso fuese poco tenemos el síndrome del «mi hijo no padecerá lo que padecí yo» que con un gran sentimiento de sobreprotección les evita sufrimientos presentes y les propicia sufrimientos futuros más difíciles de tratar, pero bien, tal vez debía ser así y así es.
    Aunque ahora, con las vacas flacas y adelgazando a la velocidad del rayo, ya no todos podemos ofrecer tanto cuanto se nos pide y tal vez la necesidad creará el miembro, siguiendo a Lamarck.

  2. Muchas gracias Lluis.

    Evidentemente no podemos culpar a los chavales de que sean lo que la sociedad espera de ellos, pero sí es cierto que debemos educar y hablar con ellos de estos temas. La presión social es enorme, la comercial aún más, especialmente a través de sus canales de comunicación preferidos, como es Internet. Es el mundo que nos ha tocado vivir y quizás, lo primero es hacernos revisar, como adultos, nuestras conductas al respecto. Somos ejemplo para nuestros hijos y nuestros alumnos.

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